domingo, 23 de septiembre de 2012

Relación entre la película "Matrix" y el Mito de la Caverna de Platón

Puede resultar extraño e incluso absurdo el intento de comparar una película de ciencia ficción de finales del siglo XX con uno de los pensadores más importantes de la Antigüedad. Algunos sostendrán que la ociosidad de esta sociedad, el exceso de tiempo libre, y las ganas de decir tonterías, desembocan en la elaboración de especulaciones delirantes y disparatadas que se alejan con facilidad del sentido común y son pérdidas de tiempo. Desde luego parece de locos el intentar hallar una conexión entre unos personajes con gafas de sol, vestidos de cuero, que practican el kung-fu y se mantienen suspendidos en el aire, y un filósofo griego de hace 2.400 años que escribía mucho y muy bien sobre los temas más diversos pero que no tenía ni idea de lo que eran las gafas de sol ni el cyber-punk.

Las cosas, sin embargo, son más sencillas de lo que parece. La filosofía y el cine son mundos estrechamente relacionados, pues ambos se sostienen en la agotadora actividad de tener ideas, eso que se llama pensar. Por ello, afirmar que Matrix es una reedición del Mito de la caverna de Platón no es en realidad más atrevido que decir que Mulholland Drive se entiende mucho mejor si uno ha leído La interpretación de los sueños de Freud o que La naranja mecánica adquiere un significado más vivo después de enfrentarse con La genealogía de la moral de Nietzsche. De tal modo se da a veces está relación, que en el mundillo filosófico actual cuando alguien pronuncia la palabra “Matrix” casi todos saben que va a hablar de Platón y de uno de los mitos más interesantes que escribió, y ello aunque los directores de Matrix, los hermanos Wachowski, pensasen que Platón es únicamente el título de una película de Oliver Stone o que el Mito de la caverna es el local donde se hicieron famosos los Beatles (que no es el caso ni mucho menos).


Las aventuras de Neo nos remiten al Mito de la caverna (República, 514a-517a).

Imaginemos unos hombres que desde su nacimiento viven dentro de una caverna. En ella tienen encadenados las piernas y el cuello de tal modo que sólo pueden mirar hacia delante, contemplando una pared de la caverna. La situación inicial es muy parecida a la de Matrix. La cárcel que se imagina en ambas ficciones tiene totalmente inmovilizados a sus habitantes desde que nacen. Ese mundo estático es el primer paso para construir una “realidad” distinta. Tanto Neo como los cavernícolas de Platón carecen de libertad para acceder a la realidad, y por eso mismo se les puede imponer una “realidad” arbitraria. No tienen opción, sólo pueden mirar en una dirección.

En el caso de Platón todo el mito es una alegoría. La caverna es donde vivimos los hombres, el mundo terrenal, que para Platón era engañoso, un mundo de sombras. Pero existe otra realidad, la abstracta, llena de luz, que está llena de satisfacciones y a la que sólo se puede acceder mediante el cultivo de la filosofía. Ser filósofo, en sentido platónico, es vivir en otra realidad.

En la película esa realidad impuesta se llamará precisamente Matrix.

Los hombres de la caverna reciben desde atrás la luz de un fuego que arde a sus espaldas. Entre el fuego y los encadenados hay un camino por el que pasan hombres que portan sobre sus cabezas objetos y artefactos de todo tipo. Algunos de los porteadores hablan entre sí. Los hombres encadenados oyen esas voces, pero sólo verían, gracias a la luz del fuego, las sombras de los objetos que se proyectan sobre la pared de la caverna que queda frente a ellos.

Recurrir a las nuevas tecnologías para engañar al ser humano a través de realidades virtuales no es algo nuevo en el cine, véanse Desafio Total (Total Recall, 1990. Paul Verhoeven), eXistenz (1999. David Cronenberg) o Abre los ojos (1997. Alejandro Amenábar). El argumento tecnológico es sólido aunque de momento las denominadas realidades virtuales son sólo ciencia ficción. La única originalidad de Matrix en este sentido es incluir a toda la humanidad en un mismo programa informático, es decir, en una falsa realidad. Platón no podía recurrir a los circuitos integrados para inventarse realidades alternativas que fueran verosímiles, y ni falta que le hacía, porque encadenando a esos pobres hombres dentro de la caverna imaginó una realidad simulada igual de convincente, y tan desquiciante o más que la creada por los hermanos Wachowski.

Imaginemos ahora que esos prisioneros de la cueva pudieran conversar entre sí. ¿Pensarían que son prisioneros? No, puesto que no conocen otro tipo de vida. Creerían que la realidad es sólo aquello que ven: las sombras sobre la pared. Para ellos las sombras serían reales. Pensarían que las voces de los porteadores proceden de las sombras. Y quizás entre ellos habría elogios para el que distinguiese mejor las sombras o para el que predijese con acierto qué sombra iba a pasar a continuación.

En psicología, un ensayo práctico de algo parecido a lo que propone Platón se denomina “experimento prohibido”. Es decir, que nunca sabremos si unos sujetos enclaustrados de ese modo serían susceptibles de ser engañados tan cruelmente. Pero es lógico pensar como Platón: no sospecharían la verdad. En Matrix es más evidente que nadie sospecha nada. ¿Qué sería de Neo sin Morfeo, sin un conejo blanco que le enseñara el País de las maravillas? El engaño está logrado de manera magistral. También dentro de “Matrix” existirán los elogios y las recompensas, habrá hombres admirados por su sabiduría o por su éxito, y hombres con poder, pero todo serán vanos engaños para un conocedor de la verdad.

Cabe preguntarse si en Matrix o en la caverna todo es irreal. ¿Son la envidia, el amor, el esfuerzo o el sufrimiento también irrealidades dentro de esos mundos fantasmas? Supongamos que Neo tuviera padres, hermanos o amigos dentro de “Matrix”, ¿los sentimientos hacia ellos serían reales? Y los prisioneros de la caverna, ¿no establecerían relaciones afectivas auténticas entre sí?

El periplo de Neo a través de los dos universos, tras el cual sufrirá una auténtica mutación de personalidad, nos hace pensar que incluso ese mundo sentimental existente en Matrix es imaginario. Todo es alienación.

En contra de esta opinión está la descorazonadora teoría del agente Smith: “Como especie los seres humanos definen su realidad con el sufrimiento y la tristeza”. Pesimista y contundente definición. No es sólo la interpretación de un programa informático; según Smith, Matrix ha sido diseñada por la I.A. (Inteligencia Artificial) siguiendo los cánones humanos sobre la realidad.

Cifra, el Judas de la película, va más allá que el agente Smith. En la escena en la que traiciona a sus compañeros le dirá amargamente a Trinity: “En mi opinión Matrix puede ser más real que este mundo. Aquí lo único que hago es desconectar un enchufe, pero allí podrás ver como Apoc muere.” Apoc muere en Matrix ante la mirada desolada de sus amigos, y Cifra exclama: “¡Bienvenida a la realidad, nena!”.

Y ahora pensemos que uno de los cautivos de la caverna platónica es liberado, y sale de la caverna. Primero el sol le deslumbraría y sería incapaz de ver lo que hay a su alrededor. Si en ese momento se le dijera que antes veía naderías y que ahora puede ver la auténtica realidad pensaría que lo que veía antes es más verdadero que lo que ahora se le muestra.

Platón se refiere al filósofo, al sabio, al único que puede acceder a la auténtica realidad, a la verdad. El filósofo, como el “Elegido” en Matrix, es alguien que no desea serlo, puesto que la verdad es muy dolorosa e ingrata, pero su naturaleza -el Destino se dice en la película- le obliga a andar ese camino que sube hasta el exterior de la caverna, iluminado por el sol, que simboliza la verdad. Es de reseñar ese carácter de obligatoriedad que se da en ambos casos. El prisionero es obligado literalmente a subir a la luz. A Neo se le da a elegir entre dos pastillas, pero es engañado astutamente, seducido por la curiosidad, ya que hasta que no ha tomado la pastilla roja no se le informará de la verdad. Ni el cavernícola ni Neo aceptarían la terrible realidad si no es a la fuerza.

La verdad, como el sol, es cegadora, y tanto el cautivo liberado como Neo repudian en un primer momento lo que se les enseña.

-No te dije que fuera fácil, Neo, te dije que sería la verdad –le dice Morfeo.

No creo en vosotros. No creo nada. No me lo creo.
Neo llega a vomitar ante lo insoportable de la verdad. Su mundo, igual que el del cavernícola, ha estallado en mil pedazos.

El prisionero liberado acostumbraría su vista al nuevo mundo y se daría cuenta de la verdad. Acordándose de su vida en la caverna se felicitaría por el cambio, compadecería a los que todavía viven allí y no tendría envidia de los que allí abajo recibían más elogios por discernir mejor las sombras.

El darse cuenta de que la realidad en la que uno ha vivido era un engaño lleva primero a la decepción que hemos visto, pero ¿y después? Aunque en el mito parece que enseguida el cavernícola se habitúa a la auténtica realidad y logra la felicidad, para Platón el proceso por el que un hombre se transformaba en filósofo, en alguien que aceptaba la verdad, era muy lento (una labor de lustros) y no estaba exento de problemas y peligros que hacían dudar del éxito. El mundo de las sombras siempre es tentador, y por eso el cavernícola liberado también desea volver a su cueva. El encontrar satisfacción en la verdad es pues algo que requiere esfuerzo. El sabio lleva una vida plena, pero la consigue con un sacrificio enorme.

De la misma manera, Neo no encuentra las ventajas de saber la verdad. El mundo fuera de Matrix es sórdido y desesperante, más angustioso si cabe que la falsa vida en el programa informático. Oscuridad, suciedad, ansiedad... “Bienvenido al desierto de lo real”, le dice Morfeo. Trinity, por su parte, le descubrirá que la realidad por la que navegan son las cloacas de una civilización antigua, subrayando así la indignidad de la verdad. La pastilla que conduce al mundo real es de color rojo, un símbolo adecuado de ese infierno que es el mundo auténtico. Cifra hace suyo el tópico “la ignorancia es la felicidad” para referirse a su deseo de no haber conocido nunca la verdad. Neo, sin embargo, presiente que no sabe toda la verdad, que hay que realizar un esfuerzo mayor. La verdad es que él mismo, su personalidad, es también un engaño, una creación de Matrix, y sólo al final de la película, cuando realice el sacrificio de desprenderse de esa personalidad alienada, asumirá toda la verdad. Cifra, sin embargo, no renuncia nunca a su Yo, a su personalidad construida en Matrix, y por eso deseará vivir allí donde su Yo le arrastra.

La principal diferencia entre los protagonistas del Mito de la caverna y Matrix es que en el primer caso hablamos de un filósofo y en el segundo de un héroe. El Mito de la caverna no tendría mucho gancho de llevarse al cine sin modificaciones, pues una película atractiva debe tener un héroe como protagonista. La hazaña del filósofo es intelectual, es decir, aburrida, la del héroe es también intelectual, una lucha contra sí mismo, pero se complementa con la existencia de enemigos exteriores reconocibles por el público a través de los cuales el héroe se va transformando precisamente en eso, en un héroe.

Curiosamente, igual que Platón era griego, Neo será un héroe al estilo griego, alguien que lucha contra un destino que siempre acaba imponiéndose.

Y si por compasión el hombre que salió de la caverna volviera a ella para contar a sus antiguos compañeros su descubrimiento, ¿no se reirían de él? Y si intentase liberarles y conducirles hacia arriba, ¿no intentarían matarle?

En el final del mito Platón se refiere a un hecho real que seguramente inspiró la escritura del mismo. Sócrates, el maestro de Platón, reflejó tanto en su vida como en su muerte la figura del sabio. Platón idolatraba a Sócrates y le consideraba un auténtico filósofo, un hombre que saliendo de la caverna del mundo cotidiano, se había situado por encima de las mentiras sociales y había vislumbrado otro mundo más real que éste. Pero cuando Sócrates intentó compartir su sabiduría con los demás hombres éstos le condenaron a muerte y le mataron. La muerte de Sócrates no deja de ser una consecuencia lógica del carácter de la verdad. Si un filósofo, a pesar de estar especialmente capacitado para aceptar la realidad tal y como es, necesita mucho tiempo y disciplina para ello, una persona normal reaccionará violentamente cuando le quieran cambiar todos sus esquemas (recordemos aquí a Jesucristo y que Neo es asimilado a él en varias escenas).

Neo se tendrá que enfrentar al mismo peligro como bien le advierte Morfeo: “La mayoría de las personas no están preparadas para ser desactivadas, incluso lucharían para proteger Matrix”. Cifra es un ejemplo de ello. En Matrix Reloaded veremos quizás como se resuelve este grave problema.

En la base de ambas historias se halla la misma interrogación fundamental, la misma pregunta que ya se hicieron los primeros filósofos: ¿QUÉ ES LA REALIDAD? Es esta una pregunta que recorre toda la historia de la filosofía, desde los Presocráticos hasta Heidegger y la actual Postmodernidad, y es la misma interrogación que reconcome a Neo, aunque planteada de otra forma: ¿qué es “Matrix”?

¿ Qué es la realidad? La pregunta ha hecho derramar abundante tinta y ha provocado muchos dolores de cabeza. Al abordar la investigación de una respuesta nos hallamos con dos tipos de dificultades:

En primer lugar conocemos la realidad a través de la percepción, y son de sobra conocidos los problemas perceptivos: poca fiabilidad de los cinco sentidos, ilusiones y alucinaciones ópticas, y sobre todo el reconocimiento de que los cinco sentidos sólo nos ofrecen una perspectiva muy parcial y subjetiva de todo lo existente. Un hombre, un murciélago, una tarántula y una ostra perciben cada uno una realidad distinta, puesto que la perciben con sentidos distintos. Morfeo, uno de los filósofos del film, también señala algunos de esos problemas en el momento de tratar de responder a la misma pregunta.

Las objeciones que realizaba Descartes a la percepción se relacionan directamente con el personaje de Neo. Por un lado reconocemos la fuerza con que algunos sueños se nos presentan y que no nos permiten discernir si estamos soñando o estamos despiertos. ¿Y si todo fuera un sueño? Son palabras de Descartes que en el film aparecen primero en boca de Neo y después de Morfeo (el dios del sueño). Al principio de la película, ¿no está acaso Neo soñando, pensando que vive en la realidad?

La hipótesis de Descartes acerca de la existencia de un genio maligno de gran poder que falseara la realidad, que nos engañara siempre, incluso cuando sumamos dos más dos, se extrapola en Matrix los engendros malévolos surgidos de la I.A. que engañan al ser humano sin que este sea consciente del engaño. Si realmente estuviera nuestro cerebro conectado mediante interfaces a un ordenador sin nosotros saberlo, ¿no sería sencillísimo hacernos creer que dos más dos son cinco?

Como bien nos recuerda Morfeo, el problema de la percepción se circusncribe al cerebro. Si definimos la realidad como lo que hay en nuestro cerebro, entonces captamos sin más la realidad (que se reduce a la interpretación de impulsos eléctricos), pero si definimos la realidad como lo que hay fuera de nuestros cerebros, entonces no tenemos la más mínima idea de si captamos algo parecido a eso que hay fuera. Los sentidos no existen para reflejar la realidad exterior, sino para la preservación de la especie; para el cerebro es mejor tener una información falsa pero adaptativa, que una información verdadera pero desadaptativa.

En segundo lugar la pregunta “¿qué es la realidad?” se enfrenta a los problemas del lenguaje. Después de millones de años de evolución nuestra mente es increíblemente compleja y resulta que ya no accedemos al mundo sólo a través de los cinco sentidos, sino también, y quizás en mayor medida, a través del lenguaje, que se relaciona directamente con nuestra capacidad perceptiva: la palabra es parte esencial de la percepción. Habitamos en el lenguaje, y las palabras son un arma extraordinaria para escamotear la verdad. Del lenguaje surgen conceptos como Dios, alma, yo, bien, mal, materia, energía, fuerza, átomo, sustancia, esencia, causa, etc, cuya conexión con la realidad ha sido puesta en duda desde hace tiempo, aunque millones o miles de millones de personas crean o sigamos creyendo en su absoluta autenticidad.

Platón se ocupó bastante más de los problemas perceptivos de la realidad que de los del lenguaje, y Nietzsche, por ejemplo, le dio mucha más importancia al lenguaje como instrumento de falseamiento del mundo, hasta el punto de que con su conocido deseo de matar a Dios expresaba fundamentalmente el deseo de asesinar la gramática.

La película también realiza una incursión atrevida en este mundo del lenguaje, de los problemas semánticos. Pensemos por un momento que la I.A., además de engañar las zonas del cerebro referidas a los cinco sentidos pudiera embaucar nuestras estructuras lingüísticas.

Eso es lo que ocurre con el concepto de Yo en el film. El problema filosófico del Yo comenzó en Occidente con Descartes, quien lo utilizó como fundamento de su filosofía. Desde Descartes entendemos por Yo la propia subjetividad, la conciencia permanente de una identidad personal, la personalidad.

El personaje de Neo sufre una transformación a lo largo de la película; Descartes siguió una trayectoria similar: comenzó a dudar de toda la realidad apoyándose en los problemas perceptivos, en la fuerza de los sueños y en su hipótesis del genio maligno. Pero acabó encontrando un punto de apoyo que él consideraba de una solidez innegable: podía dudar de todo menos de su propio Yo. Aunque resultará engañado por la percepción, los sueños o un genio maligno, era indudable que era su Yo el que era engañado. El Yo permanecía a pesar de todo.

En el caso de Neo la duda cartesiana se radicaliza aun más y por eso su evolución a lo largo del film está llena de inseguridades y vacilaciones. Su Yo forma parte también de ese engaño de la I.A., está edificado sobre los cimientos de Matrix, y es por ello un artificio más. No puede confiar ni en sí mismo, porque intuye poco a poco que los ardides y artimañas de Matrix le acompañan a su pesar.

Morfeo le pregunta: “¿Crees en el Destino?”, y Neo responde ingenuamente: “no me gusta la idea de no ser Yo el que controle mi vida”. Más adelante se lamentará: “Morfeo creía que Yo era algo que no soy”. “Yo no soy el elegido”, concluye . Esa es una de las trampas de Matrix, la creencia en el Yo, el hacer creer a sus habitantes que ese Yo controla sus vida. Paradójicamente, la libertad de pensamiento y la confianza del hombre en que controla su destino, en que es un Yo con autonomía, características de las que se siente orgullosa nuestra civilización occidental, se convierten así en un poderoso mecanismo de control. Siempre que Neo dice “Yo”, “Yo”, “Yo”, está engañándose, pues su Yo no existe. Por eso presiente que en su interior hay algo que pugna por salir, una fuerza inconsciente ahogada por Matrix, controlada por Matrix, por el Yo. Paralelamente, el agente Smith sufrirá el proceso inverso, se irá individualizando cada vez más hasta crearse una personalidad, lo cual le conducirá a la derrota final.

El filósofo David Hume realizó hace 250 años una crítica suspicaz a ese Yo psicológico, pero ya en Oriente la idea de que el Yo no existe está arraigada desde hace milenios. El hinduismo y el budismo (de los cuales hay en la película referencias claras, mezcladas con elementos cristianos, judaicos y de la mitología griega en un confuso sincretismo) consideran una equivocación el concebir que existe una unidad permanente que sea un elemento constitutivo del hombre. El propio Buda pensaba que esta concepción de sí mismo llevaba a que las personas fueran egoístas, padecieran de ansiedad, y que por lo tanto sufrieran. Por eso enseñó a negar la existencia de un alma permanente.

Neo debe orientalizarse para dejar de ser Thomas Anderson. Y ese proceso de desprendimiento de su Yo comienza en el mismo inicio de la película, cuando trapichea con CD´s piratas:

-Tú no existes- le dice su cliente.

-Exacto- responde Neo.

El agente Smith interroga a Neo al principio de la película y le acusa de llevar una doble vida: por un lado es Thomas Anderson, oficinista intachable, y por otro es un pirata informático que se hace llamar Neo. “Una de esas vidas tiene futuro, la otra no”, le dice amenazante. La I.A. no puede permitir que sus fuentes de energía se descontrolen, por eso tienen que reforzar el control sobre él. En una escena cercana al surrelismo, proceden a introducirle un insecto repugnante por el ombligo que vigilará sus movimientos. El ombligo es utilizado como símbolo del cordón umbilical que une a Neo con Matrix. No pueden permitir que Neo corte ese cordón umbilical.

Será Trinity, en su función maternal, la encargada de cortar de manera ritual ese cordón umbilical al extraer del cuerpo de Neo el extraño insecto. Ese será el primer paso para la muerte de Thomas Anderson y el nacimiento de Neo. Después llegará el nacimiento físico como tal, traumático y doloroso, el momento en el que Neo toma la pastilla roja y aparece en ese útero artificial creado por la I.A., desnudo como un niño recién nacido.

Pero ese individuo recién llegado no es todavía Neo, es decir no es alguien nuevo (neo, el prefijo griego), aunque tampoco es Thomas Anderson. Tiene que nacer de su interior otro ser que renuncie al Yo, que renuncie a Matrix. A lo largo del film veremos la imagen de Keanu Reeves reflejada en multitud de lugares: en el espejo retrovisor de la moto de Trinity, en un espejo poco después de tomar la pastilla roja, en la superficie de un robot de la I.A. nada más nacer, en las gafas de Morfeo mientras éste le cuenta la cruda verdad y después cuando le anuncia que es el elegido, en el pomo metalizado de la puerta del Oráculo y en la cuchara que consigue doblar poco antes de hablar con el Oráculo. Todos esos desdoblamientos que nos ofrecen las imágenes reflejadas inciden en esa escisión que tiene lugar dentro del protagonista.

La visita al Oráculo será decisiva en ese viaje de sabiduría. “Conócete a ti mismo”, reza en el marco de la puerta de la cocina, como si hubiera retrocedido 2500 años y fuera el propio Sócrates quien se encontrara ante el templo de Delfos. Ese lema invitaba a los griegos a tener conciencia de los propios límites ante los dioses, es decir, conoce lo que en ti está determinado por fuerzas cósmicas, asume que tu Yo no controla tu vida, acepta el Destino. Neo no entiende ese significado y sigue pensando en términos individualistas. El Oráculo se da cuenta de que Neo no renuncia a Matrix y por eso le dice irónicamente: “No tienes que preocuparte, porque en cuanto salgas por esa puerta vas a sentirte mejor. Recordarás que tú no crees en esas tonterías del Destino ya que Tú controlas tu propia vida”. La contradicción tiene sentido: decirle que es el elegido reforzaría su Yo, le alejaría de su destino, ahogaría el héroe que hay dentro de él. Un héroe sólo lo puede ser a su pesar, de manera inconsciente, independientemente de su Yo.

Y así Neo está ya dispuesto sin saberlo a ser ese semidiós en el que creen sus compañeros. Como le había aconsejado Morfeo ya no piensa, simplemente actúa, se deja llevar por su instinto. El momento simbólico que recoge la transformación definitiva es la lucha con el agente Smith. Cuando Neo está a punto de sucumbir en las vías del metro, el agente Smith le dice: “Adiós, señor Anderson”. “¡Mi nombre es Neo!”, responde él con rabia.

Neo está a punto de nacer, a punto de desarraigarse definitivamente de Matrix, de su Yo. Pero para ello Thomas Anderson tiene que morir realmente en el falso universo. Así ocurre ante la sorpresa del propio Neo. Hay un último obstáculo para abandonar Matrix, una duda desesperada que Neo mantiene con respecto a la auténtica realidad: ¿es el amor algo real o sólo existe en Matrix? El amor es lo único a lo que no puede renunciar, lo que le haría regresar a Matrix. Será Trinity en funciones de Vírgen María la que salvará con su ternura ese último escollo, y logrará que su amado resucite como Neo, un hombre que ya no es un individuo, que no es un Yo, sino un instrumento del Destino.



De los 24800 resultados que el buscador Google encontró, se decidió poner este, dado que explica con gran detalle y filosóficamente el porqué de la relación entre la película "Matrix" y el Mito de la Caverna de Platón.

sábado, 22 de septiembre de 2012

El Mito de Prometeo

“Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. Cuando a
éstas les llegó, marcado por el destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron
en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con
fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y
Epimeteo que las revistiesen de facultades distribuyéndolas convenientemente entre
ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución
"Una vez
que yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas "
. Con este permiso comienza a
distribuir. Al distribuir, a unos les proporcionaba fuerza, pero no rapidez, en tanto que
revestía de rapidez a otros más débiles. Dotaba de armas a unas, en tanto que para
aquellas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A
las que daba un cuerpo pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para
guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, precisamente mediante él,
las salvaba.
De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades. Y las ideaba
tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada. Cuando les suministró
los medios para evitar las destrucciones mutuas, ideó defensas contra el rigor de las
estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel gruesa, aptos para
protegerse del frío invernal y del calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a
acostarse, les sirviera de abrigo natural y adecuado a cada cual. A algunas les puso en
los pies cascos y a otras, piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos
distintos a cada una: a una, hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras
raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales.
Concedió a aquéllas descendencia, y a éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad;
procurando, así, salvar la especie.
Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, todas las facultades
en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer.
Hallándose en ese trance, llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los
animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin
abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre
debía salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación
para el hombre, Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con
el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquella fuese adquirida por nadie o
resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la
sabiduría para conservar la vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en
poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la
acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller
común de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del
fuego de Hefesto y las demás de Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el
hombre adquiere los recursos necesarios para la vida, pero sobre Prometeo, por culpa de
Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo del robo.
El castigo consistia en encadenar a Prometeo a una roca.
Lanzó, además, un águila para que durante el día le comiera el hígado, un órgano que durante la noche se regeneraba por completo. Prometeo sería liberado de tanto sufrimiento muchos años más tarde por Hércules, que mató el águila con una flecha, debiendo cargar con las cadenas toda su eterna vida.